jueves, 20 de diciembre de 2012

Atlantic Symphony

Salimos de Barcelona a la buena, con prisa y sin probar el barco, para qué? Si tenemos toda la costa mediterránea para ver como funciona....
A bordo mi amigo Sergio "El Negro" con dilatada experiencia en las artes náuticas, Cristóbal que es socio armador junto a otro propietario del que hablaré después, y que su relación con la mar rara vez ha superado lo visual, y yo mismo. Presentados los tripulantes, continuemos:
El barco lo definía un amigo patrón  como una cafetera.– Yo no voy con eso ni al pueblo de al lado– me decía después de proponerle si se cruzaba conmigo hasta el Caribe. 
No me pareció justo lo de cafetera... Un zueco sucio viejo y mal reparado me parece mas apropiado.

El propietario del barco... Como definirlo... Es una caricatura en sí mismo, la versión de Popeye en la vida real, como le apodaría mi amigo Folli, cuando quedamos con el en un bar de Blanes, pero a diferencia del personaje de los dibujos, este no es marino. –pero si tiene un barco!– Si, pero ademas de ser primerizo, no tiene ninguna noción del mundo náutico, salvo la relacion que tiene con los de las tiendas náuticas; versiones actualizadas de los bucaneros o filibusteros (aquellos que desde tierra encendían hogueras en sitios estratégicos para confundir a los barcos haciéndoles creer que eran faros y hacerles varar contra la costa para saquearlos) que si te ven con ganas de invertir en un barco te sangran hasta la extenuación...
A este hombre, seguramente de buena intención (no le conozco tanto) le han visto preparar el barco y allá que se lanzaron en manada...
Esta actitud de los filibusteros sumada a la ilusión y desconocimiento de Popeye ha hecho que a ultima hora el barco parezca que está preparado para una travesía atlántica, pero nada está del todo claro. Cuando les pregunté a ambos (a Popeye y al socio, que parece mas un lacayo) a dónde había que llevar el barco, me dijo éste: —Mmmmm... Poooo... al Caribe!— Si, pero a dónde del Caribe? El Caribe es muy amplio— Poooo... Allí mimmo, ...a la entrada.— No sé porqué, pero en ese momento me dio la impresión de que no tenían ninguno mucha idea de geografía... ni de navegación, ...ni de barcos... Ni de nada de lo que se traían entre manos. Pero yo no doy nada por perdido hasta que no consigo encontrarlo. 
Aún hoy no sé si cruzaremos, pero la paciencia es madre de la ciencia y habrá que esperar hasta saberlo...
Os preguntareis entonces porqué con este planteamiento estoy aquí.
Pues además de la pasta, que como los que me conocéis, sabéis que para mi no es una gran motivación y la sed de aventuras que desde hace tiempo reclama su atención, era la necesidad de volver a estar en comunión con la mar a nivel oceánico. Quizá sea difícil de entender, pero es como si te gustase mucho el sexo (no sé por qué lo pongo en condicional, pero bueno...)  y solo tuvieras a tu alcance la revista de Ana Rosa (vale, igual me he pasado un poquito).
Cualquiera en su sano juicio hubiera rechazado este traslado, simplemente por como pinta, pero  a veces hay que esperar a ver que pasa. 
Pasó, que las circunstancias empezaron a fluir en la misma dirección. Coincidencia? Cuando todo comienza a señalar a algo en concreto y todas las cosas que normalmente cuestan  resolver se solucionan de inmediato, no me sale del animo negarle la oportunidad.

Así que largamos amarras y no tardaríamos en descubrir  el agua que entra por el timón y algunas incidencias mas como quedarnos sin señal de GPS o sin emisora VHF que no recibe (y suponemos que tampoco emite) bien. Ademas nos tocaría una noche movidita casi sin dormir. ¿Que por qué movidita? Pues porque entre que corrimos mas de lo esperado y que el viento, que se suponía tenia que ir atenuando no lo hizo hasta bien tarde, favoreció que llegásemos antes a la zona de influencia del valle del Ebro, por donde se encañona el viento frescachón que nos entretuvo prácticamente toda la noche con 30 nudos mantenidos y una marejada de olas mediterráneas cortas y malditas de dos metros y medio por el través, es decir; dando cachetes al barco en el costado y barriendo la cubierta, lo que gracias a la defectuosa junta de las escotillas convertía el interior en un spa, donde cada escotilla era una ducha de agua salada. Pero continuemos adelante en el tiempo a ver que pasa...:
El día siguiente amanecería como casi siempre por el Este y ya después del festival, mas calmadito, el sol iluminó nuestras ojeras.
Ya se podía haber dosificado un poco. Navegamos todo el día a motor para movernos a una velocidad mínimamente aceptable, en ausencia del viento que por la noche tuvimos en exceso, pero hay que aceptar las cosas tal como son en cada momento y disfrutarlas... Como corroborar otra incidencia: que las baterías no cargan a pesar de llevar el motor encendido. Poco a poco se van consumiendo los voltios llegando ya al nivel mínimo de seguridad para no cargárnoslas. 
Seguimos el procedimiento, como dice mi amigo Chisco: "PUP"(Pensemos Un Poco) y comencé la investigación por el alternador. Gracias a que a alguna lumbrera se le había olvidado conectar uno de los cables conseguimos  solucionarlo y no hubo que buscar mas, el alternador empezó a cargar como un estibador del puerto.
Solucionamos así una buena parte del problema que nos acuciaba: poder achicar con las bombas eléctricas la vía de agua que como he dicho entra  por la limera del timón y que ya veremos como solucionaremos... Pero a eso vinimos no? ...a jugar!
El premio: Unas noches consteladas de tal contraste, que por un momento mirar para arriba me dio vértigo. 
He visto a la Osa Mayor interrogativa contemplar a las Pléyades lanzar centellas a Casiopea,  y a Orion llorar lagrimas de fuego.
He visto seres luminosos entrecruzarse jugando entretejiendo una filigrana lumínica en torno al barco, dejando una estela  iridiscente  de decenas de metros, para después marcharse saltando entre olas fosforescentes. Y todo esto sin fumar nada!

He sentido de nuevo la inmensidad de la vida. 

Y así continuamos, adaptándonos al Symphony (así se llama el barco) bailando a su son, aprendiendo sus trucos y haciendo millas hasta alcanzar por fin el océano Atlántico donde empezarían a presentarse otros problemas que trataré de narrar, como siempre, desde mi punto de vista parcial y subjetivo.
En un momento llegué a pensar que la culpa de lo que nos estaba pasando era mía por haber ofendido  a los dioses de la mar y el viento. Quizá el tirar por la borda aquellos calzoncillos viejos después de cinco dias de uso ininterrumpido, no debió de ser del agrado de Poseidón ni por lo visto de Eolo a quien los efímeros efluvios mientras volaban hasta amerizar en las corrientes de Gibraltar, le debieron molestar un poco y que por esto decidió castigarnos con unas calmas al salir del estrecho que sufrimos durante varios días. Luego pensé: Pues con la de mierda que sueltan los barcos mercantes por sus chimeneas, o cuando lavan las bodegas, o achican  las sentinas de aceite y fuel, el castigo por unos gallumbos, que se biodegradan en poco tiempo y se hunden inmediatamente gracias a la escasa concentración de palominos, me parece un poco desmesurado. 
El tiempo acabará demostrando que me equivocaba y los elementos nunca decidieron castigarnos, antes, al contrario; ayudarnos.
Comenzamos entonces una penosa marcha hacia el oeste en busca de vientos favorables mientras atajamos el problema de la via de agua, para no tener que achicar tanto, y digo tanto porque aún hacemos agua. Por otra parte las baterías volvían a quedarse sin carga. Intenté averiguar por qué y haciendo pruebas diagnostiqué fallo en el alternador. No le debió gustar (al alternador) y me arreó un mordisco en la mano, que me ha dejado los dedos como un manojo de morcillas. Me curo las heridas a base de agua salada. Siempre he confiado en ella y nunca me ha fallado.
Hemos apagado todo lo que consume energía como el  plotter de las cartas, el GPS, radar, emisora, todo! Hasta las luces de navegación, con la única salvedad de la nevera y el congelador, que atesoran nuestra subsistencia. Porque eso si; comer comemos, pero bien! 
Cristóbal, que nos acompaña en calidad de cocinero, nos deleita con comida casera, y nos ponemos como La Moñoños! Nunca había visto tal decisión al cocinar elaborando guisos y friendo al estilo "Freiduría Manolo" en ocasiones en que el barco va  surfeando olas a mas de siete nudos...
Pero volvamos al punto geográfico en el que os habíamos quedado.
Poco a poco y a pesar de la escasa actividad eólica fuimos alejándonos de la costa africana y saliendo de la zona maldita de calmas insufribles.
La mañana del sabado 15 cambiamos de bordo y arrumbamos lo mejor posible a Canarias, aún estábamos a mas de 400 millas de Sta. Cruz de Tenerife.
Por fin Eolo comenzó a desperezarse y a media mañana navegamos a rumbo de ceñida, es decir;  en ángulo frente a un vientecito muy agradable. Haciendo un rumbo directo a Tenerife, que es nuestro objetivo para recalar antes de cruzar al Caribe (a la entrada). Olas de tres o cuatro metros, pero a siete nudos de velocidad se pueden gobernar y surfear y es muy divertido. El sol nos calienta y todo fluye de nuevo en paz y armonía. 
PAM!!! 
Pues no duró mucho la armonía...! Un ruido seco y contundente de rotura gorda procedente de arriba hace temblar el barco y un cable de acero cae sobre la cubierta y al agua, como si Thor, en lugar de un martillo hubiese tenido un látigo para castigarnos, y una vista de mierda porque afortunadamente no alcanzó a nadie. En ese momento estoy al timón y lo veo como primer espectador estupefacto.  —Negro sube! Se ha roto el back-stay!— le grité, mientras pongo proa al viento para que no caiga el palo. El back-stay es uno de los tirantes que sujetan el mástil, concretamente desde detrás. No es que mi colega subiera. No había terminado de decir la N de Negro, cuando éste ya se había manifestado espontáneamente en la cubierta. Casi pude oír un "POP" al verle aparecer..
Desarbolar un barco en navegación es una de las experiencias a las que mas he temido siempre. Afortunadamente llevábamos una burda puesta, que es otro tirante de quita y pon para refuerzo e inmediatamente colocamos la de la otra banda.
De nuevo reinaba esa tranquilidad tensa que te tonifica los nervios y te mantiene mas despierto que un piojo.
Lo realmente misterioso no es por qué se rompió el cable. Lo que me hace dar vueltas a la cabeza es porqué las olas de cuatro metros y el viento de unos 18 nudos se relajaron inmediatamente después de la rotura. Tuve la certeza en ese momento de que la mar trataba de protegernos... Si, esa mar impasible y a veces despiadada, según dicen (yo no lo creo. Es como es y ya está) tenía un color afable. 
Aún estábamos muy lejos de Canarias como para una navegación a vela en esas condiciones y casi habíamos quemado casi todo el gas-oil en las encalmadas, dejando los últimos 50litros para la llegada y entrada a puerto, además de ser peligroso, así  que las opciones estaban mas que claras. Decidimos que me subirían de nuevo al tope del palo y montaríamos un back-stay de fortuna con un cabo. Elegimos una escota de la vela mas grande; El Spinaker. Así lo hicimos. Subí al palo con la gracilidad de una rana en un limpiaparabrisas y después de un rato colgado como el badajo de una campana coloqué el sucedaneo de back. Redujimos trapo para no forzar la jarcia y seguimos a rumbo. Desde entonces el viento se mantuvo constante en la misma dirección que necesitamos y las olas nos empujaban suavemente por la popa en dirección a Lanzarote, punto mas cercano que elegimos como recalada de emergencia,  llevándonos con cuidado hacia  el primer puerto de esa isla: Arrecife.
Esa noche durante mas de un tercio de mi guardia me  acompañaron los seres luminosos a los que me referí anteriormente.  No es que me haya vuelto un místico de la New Age, ni nada de eso. Es que la aparición es grandiosa. Como os habréis imaginado son delfines, que al excitar el plancton con su velocidad se vuelven fosforescentes, dejando una estela de luz, que traza sus juegos alrededor del barco creando un espectáculo de la naturaleza realmente impresionante. Así estuvieron mas de una hora. Un rato mas tarde, absorto en la navegación, otro destello de luz aparece por babor. Hizo un sonido que parecía que le había dado hipo (¿los delfines tienen hipo? ¿Algún biólogo leyendo que pueda responder? ¿Lo hacen por el espiráculo? Y si van debajo del agua se atragantan?). Le iluminé con la linterna e hice luces alrededor de el en el agua. Dió un salto y un millón de chiribitas iridiscentes explotaron a su alrededor.

He ido lavando todos los días las heridas de los dedos morcilleros con agüita de mar y están ya mas secas que un bacalao en salazón en pleno agosto en Écija a las doce del medio día...
Pero seguimos en un ambiente húmedo, y calmado. El viento volvió a hacer mutis y amanecimos flotando aún a 15 millas del destino que habíamos elegido.
Decidimos probar a ver si arrancaba el motor con la poca batería que nos quedaba y que habíamos tenido que elegir entre reservar algo para arrancar el motor o que siguieran funcionando las neveras y conservar toda la comida congelada. Evidentemente no había duda: El ruido del motor no se come. Así que seguimos flotando, pero con la comida a salvo.
Por la mañana llamamos a nuestro amigo Nachete, que vive allí justo, enfrente de donde estábamos. Le faltó tiempo para deleitarnos con una escena de lo mas cinematográfica, remando en un botecito, poniendo proa (mas o menos) a nuestra proa, que a pequeños lametones iba también a su encuentro. Traía en aquel pequeño esquife una batería para arrancar nuestro motor y poder consumir los últimos litros de gas-oil en llegar a puerto y una invitación a un asadito esa noche con unos amigos. 
Parece como si todo hubiera ocurrido para que llegásemos hasta aquí.
Seguiré contando si al final conseguimos reparar todo para continuar y cruzar. Mientras, todo sigue confluyendo para que las cosas se vayan solucionando como por sí solas y no paramos de sorprendernos de las coincidencias, que es como alguien dijo que los necios llaman al destino. Yo no sé si esto es así, pero me gusta que sea.

Rafa Marino