sábado, 26 de enero de 2013

ATLANTIC SYMPHONY (2ª Parte)

ATLANTIC SYMPHONY  (2ª Parte)

Eso que dicen, que segundas partes nunca fueron buenas... Pues depende de como se mire. De momento vamos sin sobresaltos y todo lo que hemos reparado no falla, así que de momento es bueno. Claro, que para el que esté esperando aventuras es un asco. 
Yo creo que aún es pronto para celebraciones, así que disfrutemos de lo que hay por el momento.
Pero vamos a empezar por el principio, donde en la 1ª parte nos quedamos al final: 
Lanzarote.
Esta isla tiene una energía mágica. Su aspecto yermo recuerda a Marte y según mi amigo Chisco, que lee mucho, aquí hacen pruebas con los prototipos de vehículos que luego mandan a explorar la superficie marciana. No obstante parece que esta isla en si misma esté viva. Se percibe esa energía latente. La tensión entre dos titanes; La tierra que surge de si misma conquistando y creciendo a golpe de lava candente y la mar que le arrebata de nuevo el poco terreno ganado (a hostias) demostrando quien manda aqui. En el Golfo unas fauces homéricas se comieron medio volcán! En Los Hervideros, ingentes masas de agua explotan espuma blanca dentro de la lava negra que resiste temblando. Y todo es sobrecojedor!

Hemos estado una semana disfrutando de amigos que ya teníamos aquí y de nuevas amistades que espero perduren. Y trabajando en las reparaciones del barco sin mucho descanso.
El Back-Stay reparado, la via de agua del timón también, alternador nuevo (efectivamente mi diagnostico y de mis dedos, fue acertado) y una serie de cosas mas con las que no voy a aburrir. 
Aprovechamos para cambiarle la hélice y volver a ponerle la original, que alguien con un criterio que escapa a mi entendimiento había sustituido por una del tamaño de la del Titanic, que no se pliega y que mientras el barco va a motor bien, pero teniendo en cuenta que es un velero, que ha de ser lo mas hidrodinámico posible, llevar ese muerto a rastras frenaba el barco como si remolcásemos una vaca por el rabo.
Así que abandonamos la isla negra jaspeada de blanco, sintiendo aún en la distancia partículas de nuestro ser que se han quedado allí, pero es algo que quien viaja tiene que aprender a aceptar. Por lo que después de dejar el archipiélago canario atrás, estamos navegando viento en popa a toda castaña... vela, perdón.  
Symphony camina alegre haciendo mejor promedio del que esperábamos, que tampoco es que sea como para morirse de vértigo, pero comparado con la primera parte, volamos.

Naturalmente al poco de partir ya no vimos  mas que mar y cielo, eso sí; que hermosa mar y que cielos tan preciosos. Con unas noches estrelladas de una resolución de trescientos mega pixeles. No hubo tantas centellas como las noches previas a llegar a Lanzarote, que era un chorreo constante de estrellas fugaces. Hasta el punto en que dejé de formular el deseo secreto (que siempre es el mismo) por miedo a que se me concedieran tantas veces lo había pedido y de repente se me llenase el barco de cientos de mujeres con el consiguiente peligro de que se apretujasen entre ellas, y con el movimiento se empezasen a  amontonar unas con otras y a rozarse y.... vale, vale, ya paro...
También pudiera ser que me concedieran una sola que valiera por todas ellas. Y quizá esto se hubiera podido dar en Lanzarote, quien sabe... (solo ella).
Bueno, a  lo que vamos: 
Navegamos por los confines de un reino donde es difícil comprender pasado y futuro. Un reino donde ningún otro país de los humanos puede ejercer soberanía. Donde las olas y el viento marcan el ritmo de la vida y no los mercados bursátiles. 
Donde el dinero vale menos que el papel mojado. Aquí poco pueden hacer los políticos, peleles testaferros de los grandes especuladores, esos que se apuestan las economías de los países y por lo tanto determinan nuestra forma de vivir.  Y me preguntáis si voy seguro? Aquí tan solo se trata de desplazar un recipiente alargado con tecnología de palos trapos y cuerdas por una superficie liquida. Mientras flote y se desplace todo está bien. 
En nuestro pequeño país flotante y movil somos gobierno y pueblo a la vez, huéspedes en el reino marino que nos trata como una madre a sus pupilos.
Lo que ocurre es que este pequeño país está, utilizando el eufemismo habitual: en vías de desarrollo. 
El Gypsy boat, que es el apodo que le hemos puesto, nos ha ido dando pequeños quehaceres porque sus componentes son viejos ya que nadie se ha ocupado de mantenerlo en forma,  por lo que ahora está decrépito.
Y ya que estoy voy a hablar un poco del barco, algo que tenia que haber hecho en la primera parte, pero con tantos percances no me dio tiempo.
Symphony of Salcombe, que es su nombre completo, es un Morgan Yachts  52pies (16,72m) del 84, una época en la que se construían unos barcos muy robustos (fue una de las razones que me animó a aceptar el traslado). Se vé que el barco había navegado sus mejores años bastante tiempo atrás y que últimamente estaba siendo usado como apartamento flotante. 
Los que lo compraron; Popeye y sus secuaces, se liaron a "arreglarlo" con un criterio muy propio y unas técnicas muy poco apropiadas, aplicando menos sentido común que barniz y tratando de eludir como buenamente han podido los machetazos de los filibusteros de las tiendas náuticas que vienen al olor de la pintura, para colocarte todo lo que puedan, sobretodo si detectan el olor a desconocimiento náutico que cantaba por soleares a veinte millas a la redonda.
El barco es muy marinero sus líneas cortan el agua con precisión (es de la época en que los veleros cortaban el agua, ahora la alisan porque actualmente los hacen como tablas de surf gigantes) y se asienta con dignidad, a veces demasiado.

¿No dije al principio que era pronto para celebraciones? Como dice mi madre; No hay que llamar a los problemas, que éstos ya vienen solos. Pues tiene parte de razón, en que no hay que llamarlos. Respecto a lo de que vienen solos no es verdad del todo; suelen venir en grupo.
Ya por la noche se habían dado algunos indicios. Al Negro se le cayó en una escorada la mesa de cartas encima, afortunadamente apartó los pies y solo se clavó una astilla en un dedo. Cristóbal, que dentro del barco se mueve como una bola de pinball, está haciendo colección de golpes en todo su ser desde que empezó la travesía (a quien no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas). Esta vez se pilló el dedito mas gordito por meterlo en la bisagra de la puerta antes de que esta se cerrase violentamente gracias a otra orzada.  Ahora el dedito glotón está mas gordito que nunca. Vamos, que se ha puesto morao...! 

No haría ni una hora que había terminado mi guardia y me había acostado. Así que en mis sueños no iba ni por la segunda mulata cuando aparece El Negro, pero de verdad. Como si no fuera suficiente shock ver transmutada una maciza de tez tostada en tu colega (sumado esto al abrupto cambio de dimensión) me dice, suavemente eso si:—Rafa, ¿Puedes ayudarme a recoger el Genaker?— Efectivamente "recoger" era una palabra mucho mas apropiada que arriar, que es la que se usa, pero yo en ese momento no caí. El Genaker si.  Mientras salía a la cubierta chutando las legañas le preguntaba: —¿Que pasa con el Gen...?
Unos pingajos verdes y amarillos colgaban del tangón e iban dejando una estela de colorines paralela al barco. Recogimos los restos del agua, los amortajamos en su funda y les dimos sepultura en el tambucho de las velas.
Nos dispusimos a arriar el tangón, que es un "palo" horizontal que se pone contra el mástil, para mantener la vela de proa mas abierta. Pero tampoco quiso colaborar y no hubo manera de moverlo así que me tuvieron que volver a subir al palo (he subido ya mas veces a este palo que a casa de muchas novias) para tratar de arreglarlo y he bajado apaleado (bastante apropiada la expresión) y sin poderlo solucionar. Fijamos el otro extremo a la cubierta y mañana será otro día. Cuando estaba reparando los desaguisados del tangón, otra vez subido al palo (esto parece vicio ya) nos dimos cuenta que la mayor (la vela) empezaba a descoserse. No tardó en dividirse en dos.
De manera que la arriamos y dedicamos un día coserla y reparar los sables y patines que también se habían roto (vamos, que estaba hecha un Cristo) y ahora ya pinta como es debido...
Tenemos que ir reparando el gypsy boat según se va deteriorando porque si no llegaríamos a Sto. Domingo como Sparrow; saltando a puerto desde el tope del palo, que es lo ultimo que quedaría  fuera del agua, mientras se va hundiendo el barco en el ultimo momento.

Una duda si puede ir aclarándose ya y es que cruzar, hemos cruzado. Incluso dejamos atrás "la entrada del Caribe" de hecho entramos hasta la cocina, un poco de puntillas todo hay que decirlo, ya que decidimos dar mas resguardo del necesario a Puerto Rico para pasar a poco mas de doce millas (justo sus aguas territoriales) porque al no funcionar bien la radio preferimos evitar la visita de los guardacostas yankees. Si, Puerto Rico es Yankeeland, no hay mas que ver a Ricky Martin... pero me dice El Negro, que ha estado, que también tienen sus cosas buenas. Estoy convencido, pero ya lo comprobare en otra ocasión.

Abrimos un poco velas para aminorar la marcha del barco y llegar a puerto después de las primeras luces. 
Amarramos el barco en Andrés de Boca Chica y finalmente pisamos tierra firme. 
Unos  curiosos ojos oscuros acechaban detrás de una pantalla de ordenador en la oficina de inmigración. Rodeando esas dos lunas negras una mulatona de generosas curvas mas apretáa que la economia del país.  Fue solo un indicio de toda la belleza que nos queda por descubrir. 
No dan los sentidos para abarcar tanta novedad  que percibir, la razón para tanta información que procesar ni el ánimo para tanta testosterona que controlar. 
Intento vivirlo todo con ojos nuevos y trato de no juzgar lo que no me corresponde. Claro que es difícil no distraerse en la admiración de las esculturales damas que prodigan sus encantos entre los turistas a quien alquilan sus atenciones para solaz de éstos. Y es que acá el amor comercial parece el sustento de la república.
No tardamos en abandonar la zona comercial y mezclarnos con sus "personas de la vida real", esas que no tratan de sacarte dinero y solo buscan conocimiento de otros lugares y otras gentes y compartir momentos buenos. Así tuvimos la oportunidad de conocer a alguien muy especial e interesante que nos dejó impresionados por su potencial artístico.

Cada viaje nos cambia un poco. En este he aprendido algo que ya sabemos todos. Que como en la mayoría de los lugares humildes, se definen los extremos con mas claridad; Los  que mas tienen, mas quieren y ostentan con arrogancia. Los que poco tienen comparten con gusto y alegría. La necesidad agudiza el ingenio y tampoco tienen miedo a perder nada, así que viven alegres con lo que hay, al día. Sin preocuparse por si llega el mañana o no. (tampoco digo que sea la actitud correcta porque; ¿Y si el mañana sí llega?).
He vuelto a aprender que si hay que buscar abundancia que sea de buena gente. Que poca cosa mas que la actitud se necesita para ser feliz. Que todo es relativo y el sufrimiento es opcional. Que la felicidad hay que buscarla con la alegría como brújula. Y para esto hay que tratar estar atento a lo que ocurre alrededor mas con los sentidos que con el pensamiento.  Entonces es cuando esas "coincidencias" de las que hablaba en la primera parte indican el fluir de la vida.


Rafa Marín